Te duele porque aún no has aprendido a disfrutar, porque acumulas viejos odios y rabia.

Te duele porque te niegas a desarrollar tu vitalidad y elasticidad corporal, porque lo castigas con adicciones e inmadurez emocional.

Te duele el cuerpo porque rechazas el presente y permites que los recuerdos te definan.

Te duele porque no cierras etapas y te vistes de víctima en el drama que creaste.

Te duele porque amas la herida que no quieres sanar.

Te duele el cuerpo porque has sucumbido a la apatía y te has dejado ganar.

Te duele porque dudas merecer una vida sin traumas y alas para volar.

Te duele porque has cedido tu voz al clan familiar.

Te duele el cuerpo porque no vives en paz.

Te duele el cuerpo porque no te atreves a valorarte más.

Te duele porque callas cuando debes gritar.

Porque culpas al amor de tu obsesión por dominar.

Porque exiges un respeto que no te atreves a generar.

Te duele el cuerpo porque confundes una relación con un ring donde poderte desahogar.

Te duele porque no te atreves a conectar con tu divinidad.

Porque te da miedo la libertad.

Te duele el cuerpo porque no te permites recordar que has nacido para crecer y trascender desde el amor que ya eres.

Te duele el cuerpo porque no inviertes en silencio ni haces las paces con tu soledad y con tu oscuridad.

Eres un ser de amor en constante expansión.

Deja ya de encasillarte, frenarte y atrofiarte.

DESPIERTA A TU MAGIA Y A TU PODER.

Haz valer el amor que ya eres.

¡Siempre es buen momento para cambiar nuestras creencias y cumplir nuestros propósitos!