La resiliencia es el proceso mediante el cual afrontamos la adversidad y nos recuperamos tras dicha experiencia difícil.

Es la capacidad de sobreponerse a un estímulo adverso.

La resiliencia conlleva mantener flexibilidad y balance en la vida en la medida que se afrontan circunstancias difíciles y eventos traumáticos.

Ser resiliente no significa que la persona no experimente dificultades o estrés psicológico.

De hecho, el camino hacia la resiliencia no es sencillo, y probablemente esté lleno de obstáculos y situaciones de inestabilidad que pueden afectar a nuestro estado emocional.

Es importante saber que la resiliencia no es un rasgo que las personas tienen o no tienen, sino que es un concepto que incluye una serie de comportamientos, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidos y progresivamente desarrollados por cualquier persona que se lo proponga.

El ser resiliente no es un ser extraordinario: esta capacidad está en toda persona.

La tarea está en desarrollar esta capacidad con actitud y firmeza.

¿Cómo desarrollar nuestra resiliencia?

*Construir buenas redes de apoyo.

*Evitar ver las crisis como obstáculos insuperables.

*Aceptar que los cambios son parte de la vida.

*Dirígete a tus metas.

*Toma acciones decisivas en vez de ignorar los problemas y las tensiones.

*Resérvate un tiempo para ti.

*Mejora tus destrezas en comunicación y en solución de problemas.

*Cultiva una visión positiva de ti mismo.

*Nunca pierdas la esperanza.

*Cuida de ti mismo.

Enfocarse en las experiencias pasadas positivas, desarrollar estados de ánimo positivos y mejorar las fuentes de fortaleza personal, son factores que pueden ayudarte decisivamente a identificar las cualidades personales y conocer las estrategias que funcionan para ti a la hora de desarrollar resiliencia.